Tiempo, tecnología y ausencia: ¿nos convertimos en zombies digitales?
- Vindeya Analítica
- 4 feb
- 5 Min. de lectura
Por: David Velez
Somos la primera generación que debe demostrar que somos humanos, y paradójicamente, quien valida esa condición es una computadora. Así lo expresa Juan Villoro en su más reciente libro, No soy un robot: La lectura y la sociedad digital[1]. Esta idea me vino a la mente durante el viaje a Acatlán de Osorio, donde fui invitado el viernes 8 de noviembre a presentar la conferencia “Inteligencia Artificial para docentes” en la Escuela Normal “Prof. Darío Rodríguez Cruz”, en el marco del 47 aniversario de la institución. La invitación fue posible gracias a la vinculación con el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología del Estado de Puebla. Acatlán de Osorio se encuentra a tres horas de la ciudad de Puebla, saliendo de la terminal CAPU.
Durante el trayecto, mientras reflexionaba sobre el contenido de la conferencia, me surgió una pregunta tal vez algo prejuiciosa: ¿será útil para los estudiantes de zonas rurales, con dificultades de conexión a internet y dispositivos limitados, aprender sobre el mundo de la IA? Este pensamiento se reforzaba mientras observaba el paisaje rural, tan distinto a mi cotidianeidad en la ciudad y, aún más, al espacio digital que habito según mi tiempo, nueve horas al día, en distintas pantallas. Agradecí ese tiempo de viaje, una oportunidad de conexión con mis pensamientos.

Frente a la pantalla. Imagen realizada con CHAT GPT
Sé que puede sonar trillado, pero fue realmente agradable no tener que revisar notificaciones, ya fuera un mensaje, un “me gusta” o alguna promoción de aplicación. Me sentí como en una película, de esas donde alguien de la ciudad llega a un lugar sin internet y redescubre el valor de preguntar cómo llegar a algún lugar sin la necesidad de usar Google Maps. Al llegar a Acatlán, aunque había señal, decidí mantener el teléfono en modo “no molestar” para experimentar plenamente el aquí y ahora, dejando atrás la fragmentación mental del espacio digital.
La desconexión fue posible gracias a la cálida hospitalidad de la comunidad de la Escuela Normal “Prof. Darío Rodríguez Cruz”. Me recibió el Mtro. Antonio, un docente con 27 años de experiencia en la institución, quien me acompañó a desayunar en la cafetería mientras esperábamos la hora de mi conferencia. Conversé con él sobre su percepción de las nuevas generaciones en relación con la tecnología, especialmente sobre su interacción con la IA. Más tarde se unió a nosotros la Mtra. Gloria, quien, por casualidad, ya me conocía de una charla en línea que di en junio de 2024.
Ambos me comentaron que, aunque aprecian el potencial de las nuevas tecnologías, enfrentan un dilema al momento de evaluar los aprendizajes, pues gran parte de las tareas que asignan son realizadas con ayuda de alguna herramienta de IA. Esto les lleva a preguntarse: ¿A quién debo darle el 10, a la IA o al estudiante? También señalaron que, a menudo, perciben a los estudiantes como “zombies”, una expresión común para referirse al uso excesivo del teléfono, que los transporta al espacio digital y los desconecta de la realidad física. La conversación con ambos docentes me permitió confirmar que, efectivamente, los estudiantes utilizan la IA con frecuencia. Sin embargo, ahora surgen otras preguntas: ¿cómo la usan realmente? ¿Existe una alfabetización digital adecuada? ¿O es un uso acrítico, que se limita a imitar lo que ven en redes sociales? ¿Las y los estudiantes son zombies? Y si lo son, ¿qué comen?
La dependencia a las pantallas es evidente. Juan Villoro en una entrevista para el periodico “La Nación”[2] comenta que nuestro umbral de atención ha disminuido. Nos hemos convertido en una especie incapaz de concentrarse por más de cinco minutos. James Robert Flynn estudió la evolución del coeficiente intelectual durante el siglo XX y notó que, aunque había aumentado en 30 puntos, a partir de los años 90 comenzó a reducirse en 2 puntos por década[3]. Esto sugiere que nos estamos volviendo menos inteligentes, en gran parte porque muchas de nuestras tareas mentales las realizan ahora los dispositivos, como las agendas telefónicas, que guardamos directamente en el móvil. Entonces sí, somos zombies. Nuestro alimento no son cerebros o carne humana, comemos a diario el flujo constante de contenido rápido y efímero que encontramos en redes sociales como TikTok, Instagram, YouTube o Facebook.

Dualidad. Imagen realizada con CHAT GPT
Pude observar esta dualidad al impartir mi conferencia, que contó con una asistencia de 200 personas, en su mayoría estudiantes. Sin embargo, muchos de ellos estaban absortos en sus teléfonos, hasta que lancé un grito de ¡oigan! para captar su atención. Varios se sobresaltaron, y con eso quise ejemplificar el punto de que estamos físicamente presentes, pero mentalmente ausentes. Este efecto zombie se ve amplificado por la Inteligencia Artificial Generativa, donde una imagen ya no vale más que mil palabras. Ante las posibilidades infinitas de crear contenido (texto, audio, vídeo, e incluso en un futuro tal vez olores y sensaciones), somos alimentados constantemente por una maquinaria diseñada para capturar nuestra atención, o más precisamente, nuestros datos.
Sí, somos la primera generación que debe demostrar que somos humanos y que vive en una dualidad de espacio-tiempo. Por un lado, experimentamos un tiempo físico, donde los minutos parecen eternos al escuchar una conferencia o estar en clase. Por otro lado, vivimos en un tiempo digital, que transcurre vertiginosamente mientras hacemos “swipe” y de repente descubrimos que hemos pasado más de una hora viendo reels, TikToks o cualquier otro contenido en el teléfono. Esta coexistencia entre la lentitud de lo tangible y la fugacidad de lo virtual redefine nuestra percepción del tiempo y la realidad.
Por último, quiero señalar que mi pregunta inicial, la que detonó esta reflexión, fue bastante prejuiciosa, ya que confirmé que, aunque estemos en espacios físicos diferentes, habitamos un mundo digital compartido. A pesar de las diferencias que los sistemas algorítmicos personalizan en cada espacio digital, incluso en las zonas rurales, donde las brechas con las zonas urbanas siguen siendo notorias, el entorno digital puede convertirse en un terreno de igualdad, siempre que existan los recursos mínimos, como un dispositivo y conexión a internet. Así, el ideal democrático de acceso libre a la información con el que surgió internet se cumple, en cierto sentido, al reducir esas distancias. Sin embargo, paradójicamente, esta misma herramienta se ha transformado, en algunos casos, en un mecanismo de vigilancia, control y hasta de discriminación y odio en los espacios digitales.
Llegué como un zombie prejuicioso, pero encontré ahí a más de “mi especie”, claro no puedo afirmar que sean prejuiciosos. Sin embargo, por un día, logré reducir ese efecto simplemente al estar realmente presente y conectarme con las personas en el aniversario. En especial, fueron los docentes con más de 20 años de experiencia quienes me ayudaron a “no comer por un día”, aunque sí probé comida y no fue carne humana. Gracias por compartir sus palabras.

Dualidad. Imagen realizada con CHAT GPT
[1] Villoro Juan, No soy un robot: La lectura y la sociedad digital, 1ª edición, Anagrama, México, 2024.
[2] Laura Ventura, Juan Villoro: “Gracias a los algoritmos, el usuario del celular es un rehén dichoso” [en línea], en LA NACIÓN, 16 oct. 2024.
[3] Ibidem.
Referencias
Laura Ventura, Juan Villoro: “Gracias a los algoritmos, el usuario del celular es un rehén dichoso”, [en línea], en LA NACIÓN, 16 oct. 2024, consultado en https://www.lanacion.com.ar/ideas/juan-villoro-gracias-a-los-algoritmos-el-usuario-del-celular-es-un-rehen-dichoso-nid26102024/?fbclid=IwY2xjawGdK8lleHRuA2FlbQIxMQABHb8C0RYy4tEkr-b8DhIs64Zpho0_OaZO3gzR3KEm68al6vXTN3HxRLAH0A_aem_Ajpfby-Nk5IqD2_5vqi5bA
Villoro Juan, No soy un robot: La lectura y la sociedad digital, 1ª edición, Anagrama, México, 2024.
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